Prolapsos: Cómo identificarlos y evitarlos

El prolapso de los órganos pélvicos (POP), se define como el descenso de uno o más órganos de la cavidad pélvica (útero, vagina, uretra, vejiga y/o recto) hacia el exterior, bien a través de la vagina, o a través del recto o ano. 

Este descenso se produce como consecuencia del fallo de las estructuras de sostén (fascias, músculos y ligamentos) y es muy frecuente entre mujeres que han dado a luz por vía vaginal, pudiendo alcanzar a más del 50% de las mujeres según algunos estudios epidemiológicos

¿Cómo identificar un prolapso?

No siempre es evidente identificar el POP, ya que en los primeros estadíos este puede pasar desapercibido y no manifestar ningún síntoma, siendo la exploración física la única manera rápida y sencilla de diagnosticarlo. 

En los estadíos más avanzados (grado 2 o grado 3), la paciente suele manifestar sensación de pesadez en el interior de la vagina, bulto en la vagina que puede llegar a palparse durante su higiene diaria o en una autoexploración, sensación de vaciado incompleto y/o infecciones de repetición (en caso de cistocele o descenso de vejiga), e incluso dificultad para eliminar las heces, si hablásemos de un rectocele o prolapso rectal. 

Estos síntomas suelen empeorar al final del día, tras largos periodos de tiempo de pie, al cargar o levantar objetos pesados y/o al realizar una actividad física que implique saltos, e hiperpresiones abdominales. 

¿Por qué aparece el prolapso?

Entre las causas más frecuentes del POP se encuentran: los partos vaginales (sobre todo si son instrumentados con fórceps y/o bebés por encima de 4kg, y/o expulsivos muy prolongados), el estreñimiento crónico (por el peso que se acumula en la ampolla rectal y el empuje que hacemos con el abdomen para eliminar las heces), la tos crónica, el tabaquismo (por la alteración de la síntesis del colágeno que produce la nicotina y la tos asociada a los fumadores), la caída de estrógenos asociada a la menopausia,  el sobrepeso, tras una cirugía pélvica y en casos más raros por aparición de un tumor, o por motivos genéticos asociados a una alteración del colágeno.  

Los POP no siempre son posibles de evitar, pero sí que existen maneras de prevenirlos, y sobre todo frenar la evolución siempre y cuando se diagnostiquen precozmente.

Medidas de prevención del POP

Entre las medidas de prevención, la ecuación ejercicio y alimentación saludable nunca falla. 

El sedentarismo y los malos hábitos alimenticios están asociados a un aumento de peso, mayor dificultad en el tránsito intestinal, y pérdida de tono muscular general, incluido el suelo pélvico. 

Aunque sabemos que está desaconsejado los deportes de impacto y de cargas de  peso cuando tenemos un prolapso, las mujeres que realizan actividad física con regularidad reducen la probabilidad de padecerlo, ya que suelen tener mejor tono muscular, menos sobrepeso y mejor tránsito intestinal.   

Otras de las medidas de prevención básica es aprender a mantener en forma nuestros músculos perineales, mediante los ejercicios de kegel y aprendiendo a activarlos ante momentos de hiperpresión abdominal como por ejemplo antes de toser, saltar, estornudar o levantar un objeto pesado y así evitar un sobreestiramiento de la zona perineal. 

Realizar ejercicio de fuerza y cardiovascular durante el embarazo, ya que se ha evidenciado que aquellas mujeres que lo realizan de manera regular, suelen tener bebés con pesos normales, fases de dilataciones más cortas, expulsivos más efectivos, partos menos instrumentados… en definitiva, perinés más íntegros. 

 Y por último realizar valoraciones de suelo pélvico en momentos claves como son: el embarazo, el postparto (aunque haya sido una cesárea), en la menopausia, tras una cirugía pélvica y/o si tienes alguno de los síntomas mencionados anteriormente. 

Recuerda que desde la fisioterapia uroginecológica podemos hacer una gran labor de prevención y tratamiento de los primeros estadíos, pero si el órgano ya está muy descendido, es decir, se sale por fuera de la vagina y/o recto, en ese caso será  necesario un tratamiento quirúrgico para poder corregirlo. 

Tras la cirugía es muy importante llevar a cabo unas sesiones de rehabilitación para que la intervención resulte más exitosa a largo plazo y evitar que descienda otro órgano a futuro. La cirugía ayuda a devolver el órgano a su lugar, pero no elimina los factores de riesgo. 

Así que si te sientes identificada con este post, no dejes pasar más tiempo y pide tu cita ya, tu calidad de vida siempre se puede mejorar.

Este artículo ha sido escrito por Elena Valiente, fisioterapeuta diplomada por la Universidad Europea de Madrid especialista en Suelo Pélvico.

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